Para aquella época el cuarteto de Liverpool llenaba estadios con más gente de la que podrían entrar en, por lo menos, 500 iglesias y eso es decir poco.
Cuando nuestro héroe declaró que la fama de los Beatles era mayor a la de Dios, no dijo que tuviera más poder que éste, lo único que aseguró fue que su banda tenía más adeptos que el catolicismo mismo y dicha afirmación, en retrospectiva, tiene algo de lógica.
Muchos jóvenes conservadores, impulsados por sus padres, empezaron a quemar discos de los Beatles en las calles pidiéndole a Lennon que retire sus palabras. Sin embargo, éste solo sonrió mientras irónicamente declaraba: "Bueno, para quemarlos primero deben comprarlos".
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